La verdad es que nunca me gustaron las historietas
Joni B
Curaduría: Alejandro Martín
octubre 3 - 27 de 2015


Las horas muertas de Joni B.

Al seguir una a una las viñetas se cree ver pasar el tiempo. Vemos un cuadro y luego otro cuadro, y luego otro. Esperamos una acción, pero en realidad no pasa nada: se trata de un tiempo muerto. Una anatomía de la inacción. La nada y el lugar desde donde se la vive. Vemos muertos, zombis, mujeres hermosas, superhéroes: pero así como aparecen desaparecen, no son más que espejismos: sueños y pesadillas. El que está siempre allí es el dibujante en su habitación. El dibujante es consciente de esto, y se lo hace ver al que sigue sus trazos: todas esas imágenes no dejan nunca de ser imágenes: fantasmas que lo acosan. El dibujante parece atrapado, preso en un tiempo suspendido. No deja de mirar la página que tiene enfrente: su mano, la cama desde la que dibuja, el cigarrillo que se va consumiendo, su propio rostro.

Su mano tan hábil para reproducir cualquier trazo, pero que tan pocas veces deja sobre el papel eso que en realidad querría ver. Esa cama de su pequeña habitación que contiene todo su mundo: el que ha leído y el que ha creado. Donde se encerró desde tan temprano a leer y dibujar historietas, y donde ha compartido la vida con todos esos otros obsesivos que desde su propia celda han conseguido llegar a estar tan cerca de él. El cigarrillo que es el tiempo mismo que se consume en ese momento en el que todo se suspende y se relaja: fumar puede ser como dibujar, o al revés, se trata sobre todo de ese momento, de esa página, de ese placer.

En su rostro podemos ver la mirada en el espejo, la mirada atrás, la mirada reflexiva donde se asoma, menos mal, una sonrisa irónica. Si bien percibe el peligro que lo acosa, el dibujante no se queda atrapado en el bucle melancólico: el humor, así como el trago, el cigarrillo y los amigos no sé si lo liberan, pero al menos lo llevan al otro día, lo traen aquí.

Joni B. (San Carlos, Colombia, 1981). Desde muy joven perteneció a la escena fanzinera de Medellín y alcanzó a hacer parte de las revistas de cómics que nacieron y murieron en los años noventa. Ha participado asiduamente en la gacetilla Robot de su colega infatigable «Truchafrita», y con él y otros amigos ha editado cómics con el sello Robot. Ha publicado las novelas gráficas El parque del poblado (Robot, 2011) y Maldito planeta azul (Periférica, 2012). Hace parte de la red de dibujantes de historietas latinoamericanos, a la que pertenecen grandes colegas como Powerpaola (Ecuador/Colombia), Ernán Ciriani (Argentina) y Renzo Gonzáles (Perú), y que se ha ido formando con eventos como Entreviñetas (Colombia) y Viñetas sueltas (Buenos Aires), y revistas como Larva (Colombia), Carboncito (Perú) y proyectos web como el blog Historietas reales (Argentina).

Alejandro Martín