Sofía Reyes Guevara
abril 21 de 2017
EL MITO DE UNO MISMO
Millones y millones de imágenes al alcance de nuestros ojos, de nuestras políticas personales, de nuestras retorcidas prácticas sentimentales. Miles de ideologías fluctuantes, maquiavélicos planes de conquista, inquisiciones descorazonadoras, guillotinas fabricadas sólo para cortar el espacio entre unos y otros.
Así suelen ser las cosas por estos días en los que todo parece ser tan variable, tan indefendible e inatrapable. Inmersos en un líquido espeso e infinito de información que casi siempre nos supera y que es imposible digerir del todo, intentamos ponerle un piso a la incertidumbre, tratamos de sembrar algún tipo de lógica, apoderarnos de fragmentos para fundar un mito, una idea de nosotros mismos.
Sofía Reyes todo el tiempo está generando esta mitología a través de las redes sociales, una re invención del flujo de información, un aquietamiento de la velocidad en el consumo de imágenes que termina por conectarse de manera muy íntima con los consumidores de sus imágenes, y digo suyas, porque aunque sean imágenes encontradas en internet, al re-nombralas, al unirlas a su colección de prontuarios emocionales, estas imágenes empiezan a subsistir en un universo ambiguo entre lo público y lo privado. Nunca dejan de ser ni lo uno ni lo otro, son propias en un sentido alquímico pero también siguen siendo del mundo, cualquiera que quisiera podría re-utilizarlas para su propia mitología.
Es esa sensación que nos producen las nuevas maneras de compartir la información: adjuntar, etiquetar, linkear es también una forma de apropiación para sumar a nuestro marketing personal. Desde ese punto de vista Acá en la casa es un ejercicio de nuevo paisajismo porque afecta el flujo de la información; así como se puede cambiar el cauce de un río o crear un bosque en medio de un desierto, también se puede desviar el contenido de una imagen: de un blog a otro blog, de ahí a la casa, de la casa a Facebook, de Facebook a una publicación y así en un continuo reciclaje. Sofía, desde las superficialidades más extravagantes de la red, reconfigura el paisaje para sumergirnos en su idea de mundo, en su cosmogonía, y también para permitirnos la idea de generar la propia agarrándonos de lo que sea necesario.
Gabriel Mejía